Hacer turismo en Menorca es una experiencia diferente porque la propia isla lo es. Descubre por qué y cómo vivir una experiencia auténtica en este maravilloso rincón del Mediterráneo.

Las islas tienen, históricamente, la capacidad de convertirse en lugares únicos gracias al hermetismo que les confiere el estar rodeadas de agua. Antiguamente, cuando no existían los aviones y los barcos no estaban tan desarrollados, desplazarse era mucho más complicado y las islas recibían pocas visitas. Así, dentro de ellas, se creaba una cultura propia que poco tenía que ver incluso con la del pedazo de tierra más próximo. La falta de comunicación, el aislamiento y el imaginario propio hicieron que en Menorca se engendrase una cultura muy distinta a la de la Península e incluso a la del resto de islas del mismo archipiélago.

Sus raíces se encuentran en la denominada Cultura Talayótica que, a pesar de que también se dio en el resto de las Baleares, aquí tuvo gran influencia. Sí, Menorca es diferente. De hecho, hoy en día se sabe que hay más de 1.500 yacimientos de este período repartidos por Menorca; teniendo en cuenta la superficie de la isla, se calcula que hay unos 2 monumentos por kilómetro cuadrado. Algunas de las edificaciones encontradas aquí son únicas en el mundo y, por eso, optan a convertirse en Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.

menorca es diferente

(Fuente: menorcatalayotica.info)

Dejando atrás esta época que se corresponde con la Edad de Bronce, la Menorca diferente pasó por distintos períodos en los que fue ocupada por vándalos, árabes, ingleses, franceses… que se disputaban el terreno por ser un punto estratégico en el Mediterráneo. La huella de todos ellos ha quedado patente de diferentes formas; por ejemplo, el amor de los menorquines por los caballos procede de la época de los musulmanes. Sin embargo, a pesar de todo, siempre ha sido capaz de mantener su esencia propia. Al tratarse de una isla, además, se vio obligada a ser autosuficiente. Por tanto, la agricultura y la ganadería cobraron especial importancia en la economía de la región.

Estas dieron lugar, por ejemplo, a la aparición del queso de Mahón, un producto emblemático de Menorca que ha recibido el reconocimiento de denominación de origen. Se elabora con leche de vaca y su aparición se remonta a la época de los griegos y los cartagineses. Existen escritos árabes del año 1.000 que hacen referencia a estos quesos. La agricultura, además, fue responsable de la aparición de las famosas avarcas menorquinas, un calzado hecho de cuero que protegía los pies de los campesinos que caminaban sobre terrenos pedregosos. Poco a poco, estas sandalias se hicieron populares y comenzaron a utilizarse como calzado de verano. La calidad del cuero también hizo que se desarrollase una importante industria alrededor del calzado. Un éxito más de la Menorca diferente.

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(Fuente: elespanol.com)

Todo esto desembocó en que, a diferencia de otras islas del archipiélago, el turismo desembarcase en Menorca mucho más tarde, pues la economía (agricultura, artesanía, calzado…) permitía que la isla subsistiera sin necesidad de atraer visitantes. Esto ha provocado, a su vez, que la isla se haya mantenido prácticamente virgen e intacta, sin que se haya borrado su alma. Menorca es diferente, se siente cuando la pisas por primera vez. Cada rincón de la isla transmite su personalidad. Sus gentes presumen de su cultura. El paisaje resulta único y arrebatador. Sus calas no tienen comparación. Su gastronomía destaca por su sabor. ¿Qué más se puede pedir?

turismo de menorca

Menorca es la segunda isla más grande en extensión del archipiélago Balear; sin embargo, es la tercera más poblada, detrás de Mallorca e Ibiza. Por tanto, más espacio pero menos personas. Así es fácil encontrarse solo en un rincón de la isla, disfrutando de la tranquilidad y el sol (este luce más de 300 días al año). Los menorquines siempre han querido mantener su identidad; por eso, en general, el turismo en Menorca es más calmado. Los hoteles se integran con el entorno, los restaurantes mantienen su esencia con la gastronomía y el estilo local y las calas siguen siendo lugares tranquilos donde relajarse y gozar del maravilloso paisaje mediterráneo. Es el lugar perfecto para desconectar de la rutina y a la vez conectar con un entorno nuevo y una cultura diferente.

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Muchas de sus calas, sobre todo, no tienen comparación. Se mantienen puras, vírgenes, intactas… parece que la propia naturaleza lo ha querido así porque las protege con extensos pinares y muros de rocas. En algunos casos, esto hace que acceder no sea fácil pero permite relajarse sobre la arena casi en solitario. Además, las calas de Menorca son diferentes entre sí. Las de norte de la isla presentan relieves accidentados, rocas oscuras y accesos más difíciles; y las del sur son de arena fina y clara, aguas cristalinas y más vegetación. Diferentes pero paradisíacas en cualquier caso.

No hay mejor forma de entender Menorca que verla, casi, a vista de pájaro desde el punto más alto de la isla: el Monte Toro a 358 metros sobre el mar. Desde allí, se puede ver todo su contorno y observar cómo va cambiando el paisaje de norte a sur y de este a oeste. Incluso, en días claros, es posible divisar Mallorca a lo lejos. Para entender por qué Menorca es diferente hay que vivirla, sentirla, observarla… Porque además los turistas en Menorca no se sienten turistas, son uno más. Sólo tienen que abrazar las costumbres del lugar, disfrutar de sus playas, comer queso de Mahón y calzarse unas avarcas. Por eso, no hay otra isla igual. En Artiem, además, haremos que te sientas siempre como en casa. Ven a disfrutar de una Menorca diferente.