Dice Stephen King que los libros le salvaron la vida. El escritor, que superó la pasada década un problema de alcoholismo y una dura rehabilitación tras un accidente, fue así de claro en su autobiografía Mientras escribo. Y es que el maestro del terror no solo es un escritor prolífico (tiene 74 años y 61 novelas publicadas, ahí es nada), sino un lector voraz que consume más de 70 libros («buenos y malos, de todos se aprende») al año.
La lectura puede salvar la vida como le sucedió a King, pero incluso en casos menos extremos las ventajas de leer son incuestionables. Emprender un viaje con un libro en la maleta o que el viaje sea el que ofrece el propio libro es una de las sensaciones más placenteras que hay. Se asocia el libro a un momento de ocio, de relajación. Es una actividad solitaria que requiere de concentración e imaginación, valores que hoy en día están en claro retroceso.
Los beneficios de la lectura han sido siempre destacables, pero es en la actualidad, cuando la tecnología reduce nuestra atención y miles de estímulos rompen nuestra concentración, cuando la literatura ha cobrado una nueva importancia. Apagar el ordenador, la televisión y el teléfono y encerrarse en casa (o escaparse a la naturaleza) con un libro es una experiencia más que recomendable.
Hablamos sobre todo de libros de papel. La irrupción de los ebooks ha hecho más sencillo adquirir ciertos títulos, y facilita también el leer en otras lenguas al tener el texto un diccionario incorporado que se abre con un solo clic. Pero si queremos añadir a los beneficios de la lectura una dieta digital, deberíamos optar por los clásicos libros de papel.
El poder curativo de la lectura se manifiesta entonces de una forma casi física, al oler el pegamento del encuadernado, al tocar las hojas crujientes bajo nuestros dedos y notar el peso de una historia por descubrir entre nuestras manos. Pero no te engañes, la lectura es mucho más que un placer.
Uno de los beneficios más obvios de leer es el aumento del conocimiento y la capacidad cognitiva del lector. Vaya, que leyendo se aprende. Pero leer libros tiene ventajas menos evidentes. Un estudio de la Universidad de Oxford asegura que quienes son lectores habituales en la adolescencia tienen una probabilidad mayor de alcanzar el éxito a nivel profesional en su tercera década de vida; otro asegura que reduce el estrés y sirve como forma de meditación. Incluso hay profesionales que aseguran que leer novelas, a pesar de ser una actividad necesariamente solitaria, fomenta la empatía ya que hace que nos involucremos en historias ajenas y que nos identifiquemos con personajes con una intensidad que raramente puede conseguir el cine.
Pero da igual lo que aquí destaquemos, dan igual las conclusiones a las que lleguen distintos y prestigiosos estudios. Los beneficios de la lectura son palpables para quien la practica. Los libros nos hacen vivir otras vidas y olvidarnos de la nuestra, nos hacen relajarnos y agitarnos. Tienen el poder de cambiarnos la vida. Solo tenemos que dejarnos llevar y empezar a leer.
Muchos vaticinaron el final de los libros cuando llegó el teatro, insistieron cuando se inventó al cine y volvieron a la carga con la televisión y los móviles. Llevamos años alertando sobre el final de la lectura pero esta no decae, pues por mucho ocio tecnológico que llegue dispuesto a sustituirla no hay ninguna otra disciplina capaz de establecer un diálogo tan íntimo con el receptor como la lectura.
Los libros nos hablan de forma directa y personal, no son una experiencia compartida como la vivida en una sala de cine. Las bibliotecas son silenciosas por eso, porque necesitamos de cierto vacío para iniciar ese diálogo, esa íntima relación con los libros.
Puede que Internet y la posibilidad de consultar y pedir libros online haya reducido la importancia de las bibliotecas pero parece que la gente se resiste a abandonarlas. El número de bibliotecas se ha reducido en los últimos diez años en España (hay 226 menos). Pero en ese mismo tiempo las visitas han crecido en más de 20 millones y el número de socios se han incrementado en 5,5 millones. Con estos datos en la mano podemos certificar que la lectura está de moda. Y echando la vista al pasado podemos certificar que no va a ser una moda pasajera.