¿Cómo es posible que la misma empresa, con el mismo grupo humano y una competencia muy similar corra suertes tan dispares dependiendo de quién la dirija? ¿Hasta qué punto influye la labor de un líder en el trabajo de un grupo de personas?
Eso es lo que lleva años estudiando Simon Sinek, autor de los libros de liderazgo Start With Why y Leaders Eat Last. Según el escritor, la gente no se inspira tanto por lo que haces, sino por el por qué lo haces. De esta forma, el intangible que convierte a una persona en un líder no sería tanto la ejecución de ciertos actos sino la fuerza que mueve esos actos, la motivación.
Hay personas que tienen la capacidad de inspirar, algo que no depende solo de su carisma o de lo noble de su causa, sino de saber conjugar ambos aspectos. Este principio, defiende Sinek, es tan válido para un empresario como para un líder por los derechos civiles, un activista o un político. A fin de cuentas, lo que hace a un líder es su carácter, no es el sector en el que se mueva. Sin embargo este predicamento tiene una penetración bien distinta según el campo en el que se de.
Por ejemplo, la teoría de Sinek cuenta con mucho predicamento en la política, donde los principios son tan importantes como los resultados. "Aquí", asegura el escritor, "funciona mejor el: "tengo un sueño" que el "tengo un plan"".
Sin embargo este principio no se ha sabido trasladar al campo empresarial, donde la parte racional se ha impuesto a la emocional. El propio autor lo reconoce en sus charlas, asegurando que pocas compañías se plantean por qué hacen las cosas. Se centran tanto en revisar los números que se olvidan del espíritu. Se obcecan tanto en el "qué" y el "cuánto" que se olvidan del "por qué".
Pero los principios son tan importantes como los resultados. Steve Jobs entendió esto a la perfección. Más allá de los claroscuros de su biografía, el gurú de Silicon Valley inspiraba en cada discurso, hablaba de sueños más que de prestaciones tecnológicas.
Convirtió la presentación de cada dispositivo en un show, algo que las demás compañías imitaron rápidamente, salpicaba sus charlas corporativas de frases inspiradoras, poniendo en primer plano no solo el balance económico de la empresa sino su filosofía. Y esto permanece más en la mente de quien escucha que un puñado de números, esto es lo que forja a un líder. De Jobs se recuerda más su charla en la universidad de Stanford, que su estrategia para financiar Apple o el trato con sus compañeros.
La filosofía empresarial ha sido siempre algo importante, no empieza ni termina con Jobs. Pero es en esta época, cuando los milenials empiezan a dominar el mercado, cuando se revela su impacto real. Diversos estudios ponen de relieve la importancia que da esta generación a los principios, filosofía y ética de las empresas, mostrándolo como un factor determinante para consumir una u otra marca.
Las nuevas generaciones demandan líderes en todos los sectores. Gente que sepa liderar batallas, inspirar y hacer algo que vaya más allá de vender un producto. Por eso, en medio de crisis políticas, económicas y de valores, vale la pena preguntarse el por qué de ciertas elecciones. Por eso merece la pena buscar líderes que sepan construir un futuro mejor.