El día de la carrera por la mañana, mucho de nuestros huéspedes llevaba la camiseta que preparamos especialmente para la ocasión. El montaje del desayuno (que se abrió a las 6:00 a.m.), la barra de servicio para los corredores y el servicio de traslado con unos autocares de lujo puntuales en la puerta fueron algunos de los pequeños factores que nos llevaron a la clave del éxito de este primer grano de arena de Artiem Madrid dentro de un evento deportivo donde participaron 35.000 personas.
La llegada a la Puerta de Alcalá fue impresionante al ver como una marea de personas, la mayoría tensas y concentradas pero todas ellas disfrutando del momento, se dirigía a la salida. Caminabas entre la multitud mientras la música estaba a todo volumen, el speaker animaba y veías a los corredores y acompañantes haciéndose fotos y deseándose suerte hasta el punto de encontrar a gente conocida de una isla como es Menorca.
El equipo Artiem para la EDP ROCK 'N' ROLL MADRID MARATÓN & 1/2: Oscar Barber, Lorenzo Vilariño, José Guillermo Díaz Montañés y Willy Díaz. Una vez empezamos a correr, la temperatura era idónea, pero la sombra que buscábamos en el recorrido era la mejor aliada. Pasamos por lugares de Madrid que habitualmente, por el día a día del trabajo, o no vas o, simplemente, lo haces en coche, y no te fijas en los detalles, pero si una característica tiene practicar el running es que corriendo lo percibes todo. Momentos de la carrera hubo muchos, aunque lo más constante fue ir escuchando al cuerpo para afrontar cada tramo y así lograr el objetivo doble de, por un lado, terminar la carrera y, por otro lado y el más importante, hacerlo con una sonrisa.
Esta situación, durante los 42 kilómetros, hace que la cabeza esté gobernando al 100% tu cuerpo y el corazón pase a ser un músculo funcional más del engranaje que luchando por el mismo objetivo. Por ello, cuando puedes ir más rápido, es importante intentar no emocionarte y motivarte demasiado para no consumir energía que, cuando llegan los momentos duros, puedas llegar a necesitar. Y es que, cuando éstos llegan, la cabeza tiene que imponerse y lograr vencer para lograr no parar. En este momento, la conciencia pasa a ser tu entrenador personal y te motiva con mensajes como “tu puedes”, “no hay que parar”, “hay que llegar hasta la próxima farola y una vez la pases, a por la siguiente”, etc.
La llegada al kilómetro 30 es lo que se conoce como ‘El Muro’: es cuando la mayoría de gente que hace una maratón sufre más, es cuando la fortaleza mental se pone en valor. Cuando esa lucha interna de darse por vencido o continuar se produce en tu interior. La suerte es que en esos momentos pasar por delante de personas animándote y junto con las muchas bandas de rock que la organización había distribuido por el recorrido, que con sus canciones que te hacían recordar gratos y estimulantes momentos lograban que sacases la fuerza mental y física para avanzar si cabe con más ímpetu.
Un punto muy importante en toda la carrera fue que en cada puesto de asistencia uno pudiera beber y seguir un plan de comida para que el cuerpo se fuera consumiendo y cansando. Yo, por ejemplo, utilicé geles para mantener los depósitos siempre con energía y no deshidratarte. Imagino que algunas de las personas que vi asistidas por el impresionante dispositivo de atención sanitaria incumplieron esta regla básica de una carrera de resistencia.
Al final, cuando se bajaba por la calle de Príncipe de Vergara para entrar en El Retiro y ya se veía que llegabas a la meta es cuando el rol de cabeza versus cuerpo se gira 360º y te dejas llevar soltando las piernas. En estos momentos previos a cumplir el objetivo es cuando te entra una satisfacción inexplicable y te da la sensación que estas volando rodeado de gente animando hasta que pasas por el arco de meta y te cuelgan la medalla de finisher con una enhorabuena. No hay palabras... En ese momento ya no te acuerdas del cansancio acumulado y piensas “¡Lo he hecho! ¡A mis 55! Soy un privilegiado”.
De regreso al hotel con el transfer perfectamente organizado con un autobús impecable, esperándolo me encontré con mis compañeros Oscar y Lorenzo. Más tarde llegaron mi mujer Gabriela y mi hija Carolina, siempre apoyando y pendiente de nosotros, y mi hijo Willy con una cara de satisfacción que no cabía en sí consciente de lo que había sido capaz de lograr. Luego aparecieron dos clientes americanas, una chica residente en Almería y dos parejas de Levante. Durante este tiempo compartimos la experiencia, nos hacíamos fotos y terminábamos de hacernos a la idea de todo lo conseguido.
Cuando llegamos al hotel, el recibimiento de Juan y José en la recepción, la atención de Joaquín, Magnolia, Alex y Christian que nos prepararon una gran comida que todos los participantes disfrutábamos. Todos ellos hicieron que, más allá del cansancio acumulado durante 42 kilómetros llenos de pensamientos encontrados, nos sintiéramos como en casa.
José Guillermo Díaz Montañés
CEO de Artiem Fresh People e Ironman